30 diciembre, 2006

vio-Lentamente

En segundos se transformó de un murmullo imperceptible a un grito ensordecedor, inquietante... Y continuó creciendo hasta volverse tangible, físico y doloroso.


Lo vi desenvolverse hasta ocuparlo todo, hasta romperlo todo, cosas que se quiebran por dentro y por fuera, y en todos los espacios alcanzados por su sonido. Gritó tan fuerte que no hubo música capaz de silenciar, de anular o deshacer las sensaciones que imprimía en todo lo que tocaba.


Corrí a alguna parte. Me envolví entre mis brazos. Me tapé los oídos. Grité lo más fuerte que pude. De todas formas su presencia me envolvió, me enredó y me hizo pedazos eso que tanto me había costado guardar.


Pensé en esconderme debajo de la cama. Pensé en hacer trizas algo más grande, más doloroso, para que de entre los vidrios quebrados naciera el silencio. Pensé en saltar por la ventana o abrirme el estómago para arrancarme de cuajo el veneno que me quemaba las tripas.

Pero allí me quedé, asustada, totalmente sola, tragándome las lágrimas y con la angustia entre las cuerdas vocales, sin poder cerrar los ojos, sin saber qué hacer, qué decir ni dónde ir, deseando con todas mis fuerzas convertirme en una oruga para tejer mi propio capullo, mi propia muralla invencible que me aislara del mundo de afuera, del que está delante de mis ojos y que se vuelve impredeciblemente crudo y violento....

Entonces cerré los ojos y me volví una polilla, y salí volando entre las rendijas de las cortinas hasta perderme entre las luces tristes de esta ciudad oscura.

18 diciembre, 2006


Como el sonido del papel entre las manos, la cadencia de lo inesperado, arrítmico e impulsivo, escucho la madera quebrándose bajo el cuerpo, bajo la almohada, bajo los párpados.

Cierro la ventana para que no se escape, para que su eco inunde mis paredes vacías.

Para que se mezcle con el batir de alas de las palomas suspiradas.

Mis palomas...


Mis paredes...



Vacías.

14 diciembre, 2006

La caida

Desde las remotas esquinas de mi inconsciencia.
Como el sonido de una campana.
Quebrándolo todo.

Convertido en mordaza para mi voz.
Los pedazos...

La muerte.

Hace días que escucho como se rompen las conciencias y afloran todas las ignorancias. Cómo tanta gente pudo haber masticado todo esto por años, como cemento entre los dientes, amargo. Y los demás que lloran lágrimas huecas que no conocen su propósito. Se me quedan sensaciones extrañas en la piel.

Y le ves las caras a todos, porque aunque trates de no fijarte lo ves, ahí, la manera de opinar sobre el tema. Demasiadas insensateses para mi gusto. Espero no construir prejuicios contra los que piensan así.

Me siento a esperar que todo esto tenga un final....ya no importa qué final, pero que tenga uno y concreto, tangible y suficiente, y que no se disuelva en el tiempo como pasa con las cosas que no nos atrevemos a resolver.

06 diciembre, 2006

Pour toi...

Sí. Me acuerdo de todo. De la playa, de la música y de los pasteles inventados en la cocina de tu casa.

Me acuerdo de las peleas tontas y de los paseos infinitos por los lugares imaginarios. Carpas, casas, cumpleaños, baile, humo y muchas cosas. Todo fue bueno. Incluso después.

Ahora es igual, incluso a la distancia, todavía me acompañas porque de alguna forma nos mezclamos un poco, en las pinturas, en los colores, en la plasticidad de la cerámica.

Estás, diferente pero estás, como algo que apretar en el bolsillo cuando necesito volver a ver lo simple, lo liviano...

Me devuelves la capacidad de ver el sol meterse en el mar.

03 diciembre, 2006

Lib II




De pronto estoy flotando en ese espacio cómodo y mío. La certeza de sentir que lo encontraste, aunque sea por un segundo.

Todo se vuelve fácil porque lo único que existe es el placer de hacerlo, de sentirlo crecer y derramarse, esparcirse a travez y alrededor, en todas las direcciones sin dejar de ser propio, privado y mío.

Nada más. Sólo tú y nosotros. Vibrando en la piel y los oídos. Desordenandome el cabello. Sudando. Creciendo infinitamente y encogiéndose hasta el susurro. Piel y saliva, carne, huesos y lo que llevo dentro. Para mí, sólo para mí, íntimo y aterradoramente exquisito.


Y seis más, cada uno privado y colectivo para hacerlo todo en treinta minutos de azul.



Te encontré, luciernaga escurridiza, Lilia me lo dijo anoche mientras se aferraba a mi cuello.
Ahora sólo hay que avanzar.