Lo engañé como nunca engañé a nadie. Saboteé voluntariamente lo que más quería en la vida.
Pero le di mis años, mi paciencia, mis humillaciones y mi trabajo.
Y ahora, que le dí todo, me he quedado sola, esperando perdón, como un perro arrepentido que aguanta los palos, buscando nada, desesperadamente, y encontrando nada también.
Y no tengo más que los zapatos que llevo puestos, un nudo en la garganta y un vacío en la mirada.
La Vida nos cobra, y a mí me está cobrando con intereses.