14 abril, 2008

Sobre el tiempo que estuviste dormido.

Dejé de espiarte y logré vivirte.

Cerré un cajón y se me perideron las llaves.

Escuché lamentos igual que canciones, los aprendí de memoria, pero no me sirvieron de nada.

Mi nombre luce un nuevo apellido.

Encontré a José perdido y encontrado, lo arropé dos veces para que no se resfriara.

Te recordé varias veces.

Quemé papeles y fotografías, para que no se llenara mi mundo de cicatrices.

Esperé, recibí, grité, concedí, me escondí y ahora camino por ahí, con una paloma en mi mano.

Y ahora, que respiro a doble espacio, quiero que vuelvas, como una esponja, para absorver lo que me quema dentro.
El tiempo es un fantasma inventado, que pedimos a gritos cuando algo inesperado nos sucede. Espero ahora que no tenga paciencia y pase despiadado, se asome y desaparezca para cuando despierte. En estos vientos de angustia escogida al azar, para darle amargo a la vida, levanto la voz a lo único que me importa.

Qué mas podría yo hacer? Siendo una mujer tan imperfecta como cualquier otra, sabiendo las mismas cosas? Las palabras antes de dormir son siempre las más complicadas, los momentos antes del sueño, los mas crueles.

Porque no hay nada más difícil que llenar una cama vacía, saturada de cuerpos inertes que se niegan a generar calor, me dejo llevar por la indolencia y espero, tiempo, que me socorras pronto. Y en este día estéril, deshauciado, me dejo inventar de nuevo alguna miseria.