12 octubre, 2007

En ese lugar olvidado

Panchito se sienta en su cama llena de migas de pan. Usa una boina imitación plástico, una polera vieja y un chaleco descocido, pero aún así se ve gallardo, porque su cuerpo se mantiene ancho y fornido. Los pantalones, ajustados por él mismo, le dan un aspecto gracioso pero gentil. Su mano empuñada y pegada al cuerpo, ya casi inútil, le sirve de sosten para constuir algunos artefactos estrafalarios, increíblemente utilitarios, salidos de su imaginación casi infantil.

Y es que Panchito no se ha olvidado del pasado, aunque su cabeza esté totalmente blanca, aunque su lengua no lo escuche y la saliva se arranque de su boca. El era, él es. Y ahora se pasa los días en la cama, en la habitación común de los enfermos, juntando agua en un termo para prepararse un mate guardado en su velador. Sí, el velador de Panchito hace las veces de cómoda, refrigerador y mobiliario completo. Es todo un mundo para los bicharracos que se pasean por el hogar.

Aunque sale a comer a veces, se rehusa a usar la silla de ruedas, y se desplaza dificultosamente con un bastón por la bajada del comedor. Refunfuña bastante, porque, a pesar de su mitad inmóvil, su cerebro todavía funciona como a los 20, y le desespera que el resto de viejos no le entiendan una palabra, aunque la culpa sea de su lengua y de los oídos defectuosos de su vetusto interlocutor.

Anótame en tu libreta Panchito, déjame un espacio en la caja de herramientas rotas que guardas como un tesoro debajo de tu cama. Saquémonos una foto con tus palomas indiscretas, bailemos cueca, comamos chocolates sin dientes.

Panchito, mi abuelo adoptivo, hace tiempo que no nos vemos. Pero los dos sabemos que existimos, que nos encontramos y nos conocimos bastante bien, y eso no le sucede a cualquiera.

Aquellos tiempos melancólicos

Caía sin saber, como canciones líquidas chorreando por la espalda, del sudor amargo de los amores prohibidos que me cortaron las manos cuando aún no nacía.

Me contaban y yo no oía, todo circulaba sin tocar, entre gemidos simbólicos y representativos de las mentiras mas hirientes. Y así creció de la nada y se volvió nada, absorbiéndolo todo y atándole los tobillos a las gacelas.

Me escurrí en el mejor momento, los cabellos se me enredaban entre las rodillas haciéndolo todo más difícil, espeso, viscoso. Entonces me saqué la piel a mordiscos y se la regalé a una esquina vacía para que la acompañara. Y tejí un capullo de saliva y recuerdos para vestirme de un color totalmente nuevo.

03 octubre, 2007

Lost and Found

Lost..... and found.